Naroa Lázaro de las Heras
En 2011 un escándalo hizo que el periódico News of the World tuviese que cerrar su redacción. Las revelaciones sobre escuchas telefónicas ilegales, sobornos y la explotación del dolor de víctimas sacudieron los cimientos del periodismo británico y obligaron a replantear los límites de la prensa sensacionalista.
El escándalo que sacudió a News of the World reveló mucho más que prácticas aisladas de periodismo sensacionalista: destapó una cultura profundamente arraigada de espionaje, corrupción y violaciones sistemáticas de la privacidad. La intervención ilegal de teléfonos, incluida la del buzón de voz de la menor asesinada, desató una oleada de indignación que no solo precipitó el cierre del tabloide más leído del Reino Unido, sino que también obligó a replantear los cimientos éticos y regulatorios del periodismo británico.
El cierre del News of the World en julio de 2011 supuso un terremoto sin precedentes en la historia de la prensa británica. Lo que durante años se había denunciado como una cultura de excesos periodísticos se reveló, finalmente, como un entramado sistemático de escuchas ilegales, sobornos a policías y violaciones graves de la privacidad de ciudadanos anónimos, famosos e incluso víctimas de crímenes. La revelación de que periodistas hackearon el teléfono de la joven asesinada Milly Dowler encendió la indignación pública y desencadenó una crisis institucional que no solo provocó el cierre del periódico más vendido del país, sino que también obligó a revisar la ética y la regulación de los medios de comunicación en Reino Unido.
Las primeras sospechas surgieron en 2005, cuando investigaciones policiales revelaron que un detective privado contratado por el periódico había intervenido los buzones de voz de miembros de la Casa Real. La presión por obtener primicias hizo que en la redacción, acceder ilegalmente a los mensajes de voz de celebridades, políticos o deportistas se convirtiera en un método habitual para lograr exclusivas. Lo cual vulneraba tanto el código deontológico como la legislación británica.
El caso que desencadenó la indignación: Milly Dowler
Pero el escándalo saltó por los aires en 2011, cuando The Guardian destapó que el News of the World había hackeado el teléfono de Milly Dowler, una adolescente desaparecida en 2002 y posteriormente asesinada. Los periodistas no solo accedieron a su buzón de voz, sino que además eliminaron mensajes, lo que provocó en su familia la falsa esperanza de que seguía con vida.
Lo ocurrido causó una indignación social generalizada. La invasión de la intimidad de una menor de edad asesinada superó todos los límites del periodismo o del derecho a la información. La opinión pública exigió responsabilidades inmediatas por lo ocurrido.
Con todo ello, altos ejecutivos de News International - filial de News Corporation, empresa que controlaba el periódico - fueron llamados a declarar ante el Parlamento británico. Rebekah Brooks, una de las figuras más poderosas del grupo y directora del periódico, presentó su dimisión. También cayeron responsables policiales acusados de connivencia y sobornos, lo que puso en evidencia la relación impropia entre periodistas y cuerpos de seguridad.
Cuando la inmoralidad se fue de las manos Rupert Murdoch anunció el cierre del periódico tras 168 años de historia. El último número, publicado el 10 de julio de 2011, llevaba un titular que ya es parte de la historia del periodismo: “Thank You & Goodbye”.
La Leveson Inquiry: un espejo para la prensa británica
Tras lo ocurrido surgió la Leveson Inquiry, una investigación pública que analizó durante meses los comportamientos éticos de la prensa británica. Lo que mostró dicho estudio fue que existía un entorno mediático donde la intrusión, la presión y la ausencia de controles habían permitido que prácticas ilegales se normalizaran en el ámbito periodístico con tal de conseguir la información deseada, sin cuestionar los medios.
El informe final, publicado en 2012, concluyó que existía una cultura arraigada de intrusión injustificable, falta de regulación efectiva y presiones indebidas. Recomendó reforzar la independencia del organismo regulador de la prensa y mejorar los mecanismos de rendición de cuentas.
La caída del periódico no fue solo el final de un diario dominical históricamente influyente; representó el colapso de un modelo periodístico basado en la búsqueda de exclusivas a cualquier precio. El caso evidenció los riesgos de priorizar la rentabilidad y la espectacularidad por encima de la responsabilidad social.
Lo ocurrido con News of the World hoy es recordado como un punto de inflexión que impulsó reformas regulatorias y abrió un debate global sobre los límites de la obtención de información. Su legado sirve de advertencia: cuando la prensa renuncia a la ética, la confianza pública se derrumba.
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