Aylan Kurdi, la fotografía que superó los valores del periodismo

Publicado el 31 de octubre de 2025, 18:25

Javier Pellejero Aparicio

El pequeño Aylan Kurdi, fallecido en la orilla de una playa.

Una de las principales funciones y responsabilidades del periodista es informar con rigor y veracidad, pero también cumplir con un respeto hacia las personas implicadas en ciertos hechos. Durante toda la vida del periodismo ha habido muchos casos en los que los medios han cruzado esa fina línea entre el deber informativo y la violación ética.

Uno de los casos más significativos que puso en jaque a los medios ocurrió en septiembre de 2015. La fotógrafa turca Nilüfer Demir fotografió a Aylan Kurdi, un niño sirio de tres años que fue encontrado sin vida en la orilla del mar en una playa turca tras naufragar con su familia en una patera mientras huía de la guerra civil Siria. En unas declaraciones, la propia autora afirmó que se le "heló la sangre". La imagen dio la vuelta al mundo en apenas unas horas y además de profundas emociones de tristeza desató una reflexión de donde se encuentran los límites entre la información y la representación del dolor humano.

La fotografía reflejaba al pequeño Aylan, un pequeño cuerpo sin vida boca abajo en la arena, con una camiseta roja y un pantalón azul. La instantánea era tan dura como acongojante. Muchos medios la publicaron sin filtros, de manera que el mundo conociera lo sucedido y fueran conscientes de la dureza de la guerra y de lo difícil que es escapar de ella con vida. Otros, en cambio, se negaron a difundirla, mientras remarcaban que supondría violar la dignidad de ese pobre niño y su familia, y que el periodismo debía buscar otras formas de narrar estas tragedias. Este debate no solo enfrentó a medios, sino también a académicos y a la opinión pública.

Desde un punto de vista deontológico, el caso de Aylan Kurdi ocasionó un fuerte dilema entre los principios fundamentales del periodismo: el derecho a informar y el respeto hacia la dignidad humana. Según el Código Deontológico de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE)en su artículo 7 subraya que  “el periodista debe tratar de no utilizar imágenes que puedan herir  la dignidad de las personas o del público. Además, en el artículo 8 señalan que   “el respeto al dolor y al sufrimiento ajeno  debe prevalecer sobre el inetrés por infomar”.

Con todo esto, la publicación del cuerpo de Aylan, un cuerpo sin vida, identificado, se consideraría una vulneración de estos artículos, ya que convierte el dolor, el sufrimiento y la tragedia de una familia en consumo mediático.

Aun así, el debate no es fácil. La fotografía tuvo un gran impacto social y político incuestionable. Las manifestaciones de apoyo a favor de la ayuda a los refugiados se masificaron y los gobiernos cambiaron su discurso sobre la acogida a personas desplazadas. Debido a esto, muchos defendieron que la imagen cumplió una labor social y actuó como medio para empatizar con la sociedad desfavorecida.

Pero la pregunta ética sigue siendo la misma: ¿es necesario recurrir al dolor humano y al sufrimiento de un niño muerto para provocar una reacción en la sociedad?

La ética no se debe basar solo en las consecuencias, aunque vayan a ser positivas. Los actos no deben juzgarse por su intención, sino por el respeto. En ese sentido, la publicación de la imagen se consideraría una herramienta para generar impacto, sin tener en cuenta el derecho a la intimidad del niño y de la familia, además del respeto post mortem. Aunque las intenciones periodísticas fuesen nobles, el hecho de difundir la imagen sin consentimiento rompe con la obligación ética de convertir personas y víctimas en objetos.

En la sociedad actual, en la que por desgracia existen varias zonas de sufrimiento, la gente se va acostumbrando a recibir este tipo de estímulos visuales. Las fotografías más sensibles o duras pueden perder esa capacidad conmovedora y ser parte de un ridículo mediático. El periodismo así pone en riesgo su capacidad informativa y que las tragedias humanas solo se midan por la viralidad de fotografías como esta. Esto no solo pondría en juego la credibilidad periodística, sino que también provocaría una deshumanización de las víctimas de estas terribles situaciones.

También hay que reconocer que los medios están sometidos a una alta presión por captar la atención del público. En este contexto, imágenes como esta, que tiene un alto impacto social, se convierten en un valioso y fácil recurso para destacar entre la multitud. Sin embargo, utilizar esta estrategia supone enfrentarse a los valores fundamentales del periodismo como son el respeto a la condición humano. Mostrar el dolor no es un problema, el problema es hacerlo sin respeto.

El análisis de este caso lleva a una reflexión deontológica en la cual la ética no debe verse como una limitación a la prensa o a lo medios, sino como un valor fundamental. Un periodismo ético no es aquel que evitar publicar sobre temas duros como guerras o genocidios, sino aquel que se atreve a afrontarlos y lo hace con humanidad, rigor y sobre todo con conciencia de las consecuencias que puedan generarse con su publicación.

La fotografía de Aylan Kurdi pudo tener un impacto positivo en la sociedad, pero no por ello deja de ser un claro ejemplo de cómo el periodismo puede traspasar esa frontera del respeto al dolor humano ajeno por buscar impacto.

En definitiva, este caso puede ser uno de los dilemas éticos más significativos, ya que con una sola imagen puede despertar al mundo entero una sensación de tristeza mientras que al mismo tiempo cuestiona los valores fundamentales de esta profesión. Los periodistas no solo deben contar la verdad, sino también ver que detrás de ella puede haber víctimas y personas que deben ser respetadas.

Añadir comentario

Comentarios

Lucia San José Alonso
hace 8 días

La elección de esta fotografía me parece interesante para debatir hasta dónde una imagen puede servir para crear un impacto o vulnerar derechos. La justificación de la autora fue útil, ya que relató que la imagen, aunque dolorosa, rompió la indiferencia social y evidenció el fracaso político en la crisis de refugiados. Pienso que el texto de Javier Pellejero acierta al subrayar que la función del periodismo no es evitar realidades incómodas, sino mostrarlas con responsabilidad y evitar el sensacionalismo.